Notas

Liberalismo tuerto

By 9 julio, 2019

 

Columna publicada en Nuestras Voces

«Es lo mismo producir caramelos que acero».

Alejandro Estrada | Secretario de Comercio del Gral. Jorge R. Videla

 

La semana pasada, los medios publicaron el emocionante audio que el canciller Jorge Faurie le envió al presidente Mauricio Macri para felicitarlo porque “después de 20 años, tenemos acuerdo Unión Europea-Mercosur”.

Más allá de que no se trata de un acuerdo sino del inicio de un largo proceso que concluirá recién en unos dos años si todo sale como Cambiemos espera, es interesante analizar las reacciones de cada sector. Como solía decir el abuelo de mi mujer: “Fíjate quien festeja”.

En contradicción con la candorosa letanía de nuestros economistas serios que nos incitan a dejar de lado las políticas proteccionistas e “integrarnos al mundo”, la Unión Europea es el bloque más proteccionista e intervencionista del mundo occidental por el volumen de subsidios y protecciones de todo tipo que aplica a la producción. Las empresas europeas tienen, además, enormes ventajas comparativas, como el acceso a un crédito barato, el beneficio de las compras desde el Estado que representan otra forma de subsidio y también una fuerte inversión pública en ciencia y tecnología, que agrega valor a sus procesos productivos.

Del otro lado del Atlántico, la producción industrial argentina sufrió en estos últimos tres años su mayor caída desde el 2002 y funciona hoy casi a la mitad de su capacidad instalada; las tasas de interés por arriba del 60 por ciento cierran cualquier acceso al crédito privado, la caída del consumo no incita a la inversión privada y el Estado no relanza la inversión pública como política anticíclica sino que, al contrario, plantea que el ajuste es el camino a seguir. Los incrementos acumulados de las tarifas desde el 2016 –un promedio de 3.624 por ciento en energía eléctrica, 2.401 por ciento en gas natural, y de 1.025 por ciento en agua potable de red, según Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda– impactaron de lleno en la estructura de costos de las empresas, lo que sumado a la caída del consumo condenó a la quiebra a muchas.

La mitad de nuestras exportaciones industriales –que hoy van a Brasil– deberá competir con automóviles alemanes o heladeras francesas sin aranceles y con tasas preferenciales. Las asimetrías entre el Mercosur y la Unión Europea serían compensadas en un período de 10 años, según el emocionado canciller Faurie, un plazo absurdo aún sin contar con la calamidad de un gobierno alérgico a la industria como el de Cambiemos.

Gustavo Grobocopatel, presidente del grupo Los Grobo, explicó que no debemos temerle a las consecuencias del acuerdo con la Unión Europea y que hay que «permitir que sectores [económicos] desaparezcan»

Los futuros venturosos pregonados por nuestros gobiernos serios siempre requieren de “cirugías mayores sin anestesia”“decisiones duras pero necesarias” o desapariciones virtuosas como las que propone Grobocopatel, por supuesto en sectores en los que no tiene intereses.

La Unión Europea tiene otra enorme ventaja comparativa con respecto a nosotros: la de eludir como el ébola a los economistas serios y gobiernos ídem como el de Cambiemos o el de la dictadura del Proceso, cuyos funcionarios consideraban que era lo mismo para el país fabricar acero que caramelos y que liquidaron sectores enteros con la excusa de que no eran “rentables”. Con ese mismo criterio hoy no existiría ni sector agrícola europeo ni tampoco su industria aeronáutica o cinematográfica. Ocurre que nuestros liberales practican un liberalismo tuerto: denuncian todos los proteccionismos, salvo los del resto del mundo.

Como explicó el economista Ariel Setton, si se cerró el acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea luego de 20 años de negociaciones fue porque la Argentina dejó de negociar.

 

Imagen: Un grupo de esclavos de Alabama muestra las ventajas de flexibilizar el mercado del trabajo para ser competitivos y volver al mundo.