Notas

El mal de Tony Montana

By 22 abril, 2020 8 Comments

El martes pasado en el programa Animales Sueltos, el ineludible diputado Facundo Suárez Lastra afirmó que Sergio Massa y CFK habían “cerrado el Congreso de la Nación”, una denuncia sin duda preocupante. El conductor, un Luis Novaresio casi irreconocible, lo contradijo y explicó que “tanto el anexo como el Palacio están abiertos”, pero Suárez Lastra insistió con un argumento irrefutable: “no es lo que yo he leído por los diarios”. Cuando Novaresio insistió y le preguntó si había ido al Congreso para verificar lo que estaba denunciando, el diputado de Cambiemos ofreció el momento epifánico de la noche: “¿Cómo voy a ir a ver si está abierto el Congreso si estoy cumpliendo una cuarentena?”. Una cuarentena peculiar que le impide visitar su despacho de legislador pero no es freno para salir de su casa y asistir a un programa de televisión rodeado de 30 personas.

Es injusto, sin embargo, que el escarnio público se haya concentrado en la figura de Suárez Lastra, quien sólo cometió el error de continuar a rajatabla un sistema que fue exitoso durante varios años: la alianza entre Cambiemos y nuestros medios serios. Desde la vaporosa Ruta del dinero K lanzada por Jorge Lanata y el hoy casi olvidado Leonardo Fariña, ese ímpetu permitió que la UCR y la Coalición Cívica dejaran de lado las veleidades discursivas socialdemócratas del Frente Amplio UNEN y consolidaran un acuerdo electoral con el PRO enfocado en el antikirchnerismo. A partir de diciembre del 2015, ya desde el oficialismo, mantuvieron ese acuerdo en realidad tripartito: los partidos políticos, los medios serios y la Justicia federal.

Durante los cuatro años de Cambiemos, a la par que aumentaba el desempleo, la pobreza, la deuda e incluso la inflación- esa variable que Mauricio Macri prometió resolver fácilmente- y se desplomaba el poder adquisitivo de sueldos y jubilaciones, Suárez Lastra, como la mayoría de sus colegas radicales, bailó al ritmo de las letanías mediáticas. Mientras el gobierno de Macri consolidaba un modelo de país con muchos perdedores y unos pocos ganadores, los miembros del oficialismo reemplazaron el debate político por la encuesta judicial y el moralismo selectivo. Así, mientras los periodistas más entusiastas consideraban que Macri tenía “algo de Nelson Mandela” y era “un líder de otra galaxia” o Marcos Peña era “el Kennedy argentino”, los diputados de Cambiemos nos alertaban sobre la corrupción K y las intenciones satánicas de la ex presidenta CFK, y se indignaban con el peligro imaginario de ser Venezuela.

El diseño de una coalición gobernante desde los medios no es algo nuevo. Según Eduardo Duhalde, la Alianza con la que Fernando De la Rúa y el Chacho Álvarez le ganaron las elecciones presidenciales de 1999 “nació en un set de televisión”. Más allá de paternidades ciertas o imaginarias, la nueva coalición opositora al menemismo, conformada por la UCR y el Frepaso en 1997, contó desde un inicio con el apoyo generoso de los medios serios que se tradujo incluso en la agenda de la nueva coalición, enfocada en la denuncia de la corrupción menemista.

Esta centralidad fue reconocida con sinceridad brutal por el propio De la Rúa, quién confesó varios años después de su renuncia que eligió a Domingo Cavallo por presión de los medios: “Era muy difícil cubrir el cargo y en ese momento la expectativa pública miraba a Cavallo, las tapas de los diarios lo decían… no se olvide que la prensa tiene mucha influencia en eso”.

Al afirmar con candor “no es lo que yo he leído por los diarios”, Suárez Lastra no hizo más que repetir la confesión boba de su antiguo jefe político que creyó lo que decían los medios y siguió a rajatabla lo que le exigieron hasta que terminó huyendo en un helicóptero.

Ambos fueron víctimas del mal de Tony Montana: consumieron la que sólo debían vender.

Imagen: el correligionario Tony Montana, asombrado por los efectos colaterales del consumo inmoderado de substancias psicotrópicas (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)

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