Notas

Narnia, los gringos y el Estado depredador

By 10 junio, 2020

Apenas Alberto Fernández anunció la intervención de la empresa Vicentin y el envío al Congreso del proyecto de expropiación, nuestros medios serios y la oposición parlamentaria (dos colectivos que no es fácil diferenciar) respondieron con el anuncio de lluvias de fuego inminentes y otros castigos del Señor. Descubrimos, no sin cierto asombro, que la empresa en cuestión- un gigante agroindustrial que factura anualmente más de 18.000 millones de pesos, con graves problemas financieros y denuncias de lavado de activos y evasión impositiva- era en realidad una pequeña empresa familiar, casi una pyme, dirigida por un puñado de “gringos”, esa “gente de trabajo” que tanta falta le hace a este país de planeros.

Para el diputado de Juntos x el Cambio Luciano Laspina, “lo que está en juego en Vicentin es un estilo de vida”. No sabemos si ese #Lifestyle incluye recibir préstamos fraudulentos del Banco Nación gracias a la amistad de los accionistas de la empresa con Mauricio Macri o a su condición de aportantes de Cambiemos pero al parecer esa no sería la mayor acechanza. En efecto, según el imprescindible diputado Laspina el mayor riesgo es que la empresa termine “en manos de la política”. Según esa extraña visión, la política nada tuvo que ver con los préstamos recibidos desde la banca pública.

Un entusiasta Alfredo Leuco saludó el escrache que padecieron los funcionarios enviados desde el gobierno a la sede de la empresa en Avellaneda, Santa Fe. Lejos quedaron las declaraciones indignadas sobre cortes de ruta o escraches a funcionarios de Cambiemos que el mismo periodista solía prodigar en sus editoriales, al menos en los segmentos en los que no hablaba de CFK. Si entendemos bien, los escraches son como el colesterol: los hay malos pero también muy buenos.

Por su lado y con un optimismo encomiable, FerIglesias, experto en globalización, escribió en su cuenta de twitter: “Una provincia movilizada para defender una empresa privada. Esa no te la viste venir, compañero.” Lamentamos la tibieza del conocido demócrata global: viendo el entusiasmo de Nico Wiñazki en TN frente a los vecinos de una ciudad como Avellaneda, con una población de 20.000 habitantes, hubiéramos jurado que fue todo el continente americano que marchó a favor de los accionistas de Vicentin.

El debate que eligió tanto la oposición como los medios serios (dos colectivos que no es fácil diferenciar) no incluye ningún análisis político sobre el proyecto de expropiación- que el Estado pueda intervenir en el mercado agroexportador, que disponga de un caso testigo en el sector de la producción de alimentos o de divisas frente a la crónica restricción externa- sólo las conocidas letanías sobre el peligro de ser Venezuela o el relato con aroma a Familia Ingalls sobre los virtuosos gringos a quienes el Estado despojaría del fruto de toda una vida de trabajo.

Reemplazar el análisis político por la indignación moral es un viejo truco de nuestro establishment. Evita tener que defender posiciones dominantes o conflictos de interés y lleva el debate ciudadano hacia las costas de Narnia, un país imaginario poblado de emprendedores virtuosos acechados por un Estado depredador.

Imagen: El nuevo ciborg expropiador de empresas del Instituto Patria diseñado por el INVAP con la plata de los jubilados (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED)