Notas

La continuidad gorila

By 3 marzo, 2021

Columna publicada en Nuestras Voces

 

Apenas falleció el ex presidente Carlos Menem asistimos a un Nado Sincronizado Independiente (NSI) entre muchos de quienes habían sido sus adversarios desde el progresismo. Lo peculiar fue que las discrepancias que todos mantienen con las políticas de aquellos años fueron matizadas con el enunciado de cálidas cualidades humanas que no habían detectado mientras Menem gobernó el país. Cualidades que, por supuesto, no tendrían los kirchneristas.

Jorge Lanata, el periodista que desde Página 12 y el programa Día D lanzó denuncias por corrupción contra el gobierno menemista y se vanagloria aún hoy porque “hubo varios ministros que renunciaron por notas nuestras”, reconoció que “Menem era un caballero, cosa que yo no puedo decir de los kirchneristas (…) Me gusta tener buenos enemigos, hay respeto, sabés que no te va a pegar por debajo del cinturón, sabés que no te va a hacer trampa…”

Por su lado, Graciela Fernández Meijide, opositora al menemismo y ex funcionaria del gobierno de Fernando de la Rúa, luego de destacar el trato respetuoso de Menem con sus adversarios, opinó: “parte de nuestra campaña (junto a De la Rúa) era destacar las cuestiones de corrupción que había en el gobierno de Menem, que comparado a lo que vino después parece cosa de chicos…”. No sabemos si al mencionar la corrupción “que vino después”, la ex ministra de la Alianza se refiere a la denuncia por coimas en el Senado que causó la indignación y luego la renuncia del entonces vicepresidente Chacho Álvarez por la negativa del presidente De la Rúa a investigarla pero es sin duda una notable autocrítica. Tal vez la primera.

El sociólogo Marcos Novaro, ex asesor de Fernández Meijide y actual entusiasta de Héctor Magnetto, consideró que “Menem fue el menos malo de los presidentes peronistas (…) Fue el único proyecto peronista pro mercado, se hizo cargo de los problemas que el país había acumulado, en parte, por culpa del peronismo”. En realidad, las políticas de Menem, como antes las de Martínez de Hoz o después las de Mauricio Macri, no fueron pro mercado sino pro empresas. Es el paradigma que el neoliberalismo asigna al Estado mínimo: proteger al establishment de las inclemencias del mercado. La visión de Novaro es también peculiar al considerar que Menem tuvo que hacerse cargo de los problemas que el país había acumulado “en parte por culpa del peronismo” teniendo en cuenta que asumió con una hiperinflación heredada del gobierno radical de Raúl Alfonsín, quien tuvo que lidiar con la herencia de los ocho años de dictadura cívico-militar del Proceso.

Lanata, quien ha tratado a CFK de “pobre vieja enferma y sola peleando contra el olvido y arañando desesperadamente un lugar en la historia que ojalá la juzgue como la mierda que fue” e incluso exigió que el presidente Mauricio Macri la metiera presa, valora con un candor de salita Azul el trato personal de Menem y es ese aspecto el que elige destacar antes que sus iniciativas políticas y las consecuencias sobre las mayorías. Fernández Meijide también elude el debate político, pese a ser una política que opina sobre otro, valora el aspecto humano que antes no había detectado y matiza el drama de la corrupción menemista, que sin embargo fue el caballito de batalla de su campaña junto a De la Rúa. Por su lado, Novaro señala que el mejor gobierno peronista fue el único bajo el cual aumentaron la pobreza y el desempleo.

Pese a ser hoy simpatizantes de Cambiemos, es probable que en sus años de oposición a Menem, Lanata, Fernández Meijide y Novaro hubieran apoyado las iniciativas más relevantes implementadas por los gobiernos kirchneristas como la AUH, la renovación de la Corte, el relanzamiento de los juicios de lesa humanidad, la expropiación de YPF, el aumento de jubilaciones mínimas, la mayor regulación financiera, la ley de medios, el matrimonio igualitario o el aborto legal. Sin embargo, los tres pasaron del antimenemismo apasionado al antikirchnerismo psiquiátrico.

Esa decisión puede parecer incoherente pero en realidad tiene una notable continuidad: el antiperonismo.