Una de los tantas obsesiones del baqueteado Grupo A destaca la falta de consenso como la mayor calamidad de un oficialismo generoso en calamidades. Nuestra irremediable decadencia, tan bien denunciada por Marcos Aguinis (un escritor que la vivió en carne propia) se explicaría por la alergia que dicha virtud le genera al kirchnerismo.
Así como Pino Solanas sueña con liderar un amplio frente político pero excluye del mismo a los dos partidos mayoritarios (algo así como el 70% del electorado), esta curiosa manía opositora exige consensuar con la mayor cantidad posible de partidos y corporaciones aunque excluye de ese selecto club al propio oficialismo.
El consenso republicano no cree que la mayoría de los votos otorgue legitimidad alguna para gobernar. Al contrario, como tantas veces lo señalara la Mentalista de Gorlero, sobre todo luego de perder elecciones, considera que la legitimidad anida en la minoría esclarecida, en los votos escasos pero no contaminados por el clientelismo, la prebenda y el populismo.
Lo extraño es que la reserva moral de nuestros políticos, la élite de la república, gaste tanta energía en exigir justamente lo que ya tenemos: Desde hace casi 30 años acordamos por consenso el fin del Partido Militar y el respeto a las leyes y a la Constitución. Acordamos por consenso respetar el resultado de las elecciones, aún cuando ganaran candidatos impresentables o incluso peronistas.
Consensuamos los sistemas para elegir a nuestros representantes, no cada iniciativa que lleven adelante.
Más allá de esos reparos, el gobierno de todos, en el que el oficialismo debería contar con la aprobación de la oposición, de las empresas, de la Iglesia, de las ONG y de las corporaciones antes de llevar adelante cada política, tal vez sea una gran idea, pese a no haber sido prevista por nuestros constituyentes.
El hecho de que no haya sido implementado aún, ni por este oficialismo polpotiano, ni por alguno de los partidos opositores cuando asombrosamente fueron gobierno, ni por ninguna democracia occidental, no debería disminuir el ardor republicano de los verdaderos defensores de la virtud.
Como dice Sanz, "con propuestas y un proyecto politico" quien no gana elecciones?
"Con votos yo tambien dejo de darle bola a Magnetto" le agrego un Gil Lavedra a quien la memoria le dura 8 anos.
Hubo un tiempo en el que los radicales no reclamaban ni consenso, ni institucionalidad, ni seguridad jurídica y menos que menos paciencia y tiempo. Exigían simplemente elecciones, de esas que hoy tenemos al menos cada dos años.
Claro que era una época diferente. Eran populistas, violentos e impacientes.
Y mayoritarios, claro.
"Dime que reclamas y te dire que tienes".
Reclamo consenso si soy muy minoritario.
Reclamo institucionalidad si no tengo representacion electoral.
Reclamo seguridad juridica si tengo un contrato ilegitimo.
Reclamo paciencia y tiempo si no tengo votos pero tengo tanques.
Impecable artículo.
Señora Bibiloni, bienvenida!
Amigo Unfor, sin sus comentarios en la MAK nos sentimos aún más solos.
Buena Rinconete!
Todo dicho.