Nota publicada en Nueva Ciudad.
En mayo del 2010, Mauricio Macri fue procesado por la causa de las escuchas ilegales. Si el ex jefe de gobierno hubiera dado crédito a la oposición de aquel momento y a gran parte de los medios que exigieron la renuncia del por aquel entonces vicepresidente Amado Boudou –quien fue imputado y luego procesado por la causa Ciccone- debería haber renunciado en aquel momento. Esa renuncia habría impedido que los porteños lo reeligieran como Jefe de Gobierno en 2011 y que los argentinos lo votasen mayoritariamente para presidente en las últimas elecciones, lo que también hubiera impedido que asuma como finalmente lo hizo, unos días antes de que fuera sobreseído de aquella causa, luego de seis años de procesamiento judicial.
Contrariamente a lo que suelen creer los entusiastas de la Heidipolitik, el rechazo de Macri yBoudou a renunciar es una buena señal hacia la política electoral. Teniendo en cuenta los plazos generosos de las investigaciones judiciales en la Argentina, exigir que nuestros representantes renuncien a sus cargos electorales por estar procesados equivale a decretar su casi segura muerte política. Pero, sobre todo, significa otorgar un poder de veto a nuestros jueces, que pueden mantenerlos en ese limbo legal durante un tiempo indefinido.
Las investigaciones judiciales son, en realidad, la punta del iceberg de “la corrupción”, tema que desde hace casi 20 años forma parte de nuestras preocupaciones ciudadanas (como señalé en la columna anterior). La parte del león de esa preocupación no la constituyen las investigaciones, ni aún menos las sentencias, sino las “sospechas de corrupción”.
Más allá del escándalo de los Panamá Papers que provocó que, en unos pocos días y tras una notable pirueta discursiva, periodistas avezados en convertir rumores en certezas se transformasen en cultores de la prudencia, lo cierto es que las sospechas de corrupción siguen siendo la manera más eficaz con la que disponen los medios para presionar a nuestros gobernantes. Su poder reside en que no hay forma de evitarlas.
Imaginemos que, durante nuestra fiesta de casamiento, descubriéramos que el fotógrafo que contratamos nos detesta. Durante toda la fiesta intentaríamos mantener una cierta compostura para evitar ser escrachados, pero todos nuestros esfuerzos resultarían vanos: las fotos nos mostrarían bostezando, tosiendo sobre la torta, mirando el escote de una cuñada o metiéndonos un dedo en la nariz. Ocurre algo similar con las sospechas de corrupción: entre los miles de actos, iniciativas, compras u órdenes que un funcionario lleva a cabo durante sus funciones es estadísticamente imposible no encontrar algo sospechoso. Contrató a un pariente, o a un amigo de un pariente, compró una partida de guardapolvos a un proveedor sospechoso o no pagó un viaje en avión privado (como les ocurrió a Macri y a Boudou, con suerte judicial dispar).
Esta presión llega, incluso, a alimentar las investigaciones judiciales, como en el caso de la causa por el dólar futuro, en la que el juez Bonadío hizo manualidades con recortes de prensa y llegó a tomar declaración al economista Pablo Gerchunoff por un tweet irónico publicado sobre el tema, un hecho asombroso aún para los estándares amplios de nuestra Justicia Federal.
Es por eso que las sospechas de corrupción son la kriptonita que los medios tienen contra la política pero también contra el sistema judicial, dado que si los supuestos no se traducen en condenas, no solo el político es corrupto, la sombra también recae sobre el juez.
Por supuesto, no se trata de negar la corrupción en la función pública ni de abogar por algún tipo de impunidad, sino de intentar frenar el ruido de fondo de la sospecha eterna y, sobre todo, de quitarle esa kriptonita de las manos a los holdings de medios, quienes forman parte de la lucha política pero no conocen el desgaste electoral y se presentan sólo como un espectador más.
Retomando la analogía del casamiento, nuestros políticos deberían seguir adelante sin ocuparse de ese fotógrafo malintencionado y nosotros deberíamos aprender a valorar su gestión no en base a fotografías distorsionadas o sospechas eternas sino en función de los éxitos o fracasos de sus iniciativas políticas.
Acá les paso una visión opositora que puede complementar el posteo: http://www.lapoliticaonline.com/nota/ignacio-fidanza-mani-pulite-macri-danza-con-el-diablo/
Siempre está piola incorporar voces opositoras medianamente lúcidas.
la música en este blog tiene siempre esta onda? y yo recien me entero??
Anónimo de las 18:48
No sé a quién se refiere por "nosotros" pero temo que mi experiencia con la crítica antiK indica que en la mayoría de los casos no se refieren a las iniciativas políticas sino a las intenciones detrás de esas iniciativas ("CFK hace A pero en realidad busca lograr B") o hacia los valores personales de CFK (es chorra, bipolar, autoritaria, soberbia o simplemente mala). Y no hablo sólo de la opinión de mi tía Chola o de los foristas de La Nación sino de antikirchneristas ilustrados como Aguinis, L.A.Romero, Novaro o Sabsay.
Anónimo de las 18:51
Por una vez estamos de acuerdo.
Anónimo de las 18:54
Vamos a hablar con el amigo Nagus, el único que entiende algo al respecto.
Alejandro
Estoy de acuerdo que no es lo mismo. Es más, como explicó Barban en una de las últimas cenas, lo relevante sería preguntarle a Macri si considera bueno que los argentinos tengan empresas o cuentas offshore, más allá que "técnicamente no es delito" como nos repiten tantas almas de cristal que hasta hace dos semanas consideraban que 5 tipos contando billetes en una financiera probaban que CFK es chorra o que incluso había asesinado a Lennon.
Pero en el fondo es lo mismo: se trata, aún en el caso de probarse la fuga, de la deshonestidad individual de nuestros gobernantes, algo que no tiene la importancia de sus decisiones políticas. La sospecha constante (sin duda más fuerte en gobiernos peronistas pero presente aún en el gobierno de la Alianza, por ejemplo) es un disciplinador feroz de los holdings de medios hacia la política electoral (nada sabemos sobre patrimonios de jueces o fiscales, por ejemplo, y en el caso de saberlo, por razones accidentales como en el caso Nisman, no escandalizan a los medios que sí castigan a los políticos). El post apunta sólo a eso, a quitarle esa kriptonita, aún en casos más sospechosos como el de las offshore.
Un abrazo,
r.
Es un buen escrito; pero permítame disentir en algo: una cosa es sospechar que alguien es un corrupto (yo, por ejemplo, sospecho que mi vecino del 2do. piso lo es; pero a él parece no importarle) y otra un tanto distinta es saber que un Presidente es Director de 13 empresas offshore.
Repito: comparto la idea general de la nota; pero no es lo mismo decir que Cristina (o Larreta… es irrelevante) es una shegua corrupta y la puta que la parió chorra negra peronista; y otra un tanto diferente es constatar que un ñato tiene (al menos) trece vías de evasión de impuestos y que ese ñato es Presidente.
No es todo igual, cumpas. "No judicializar la política" puede ser una herramienta de discusión o un eslógan. De hecho, acá no se judicializa nada que no sea peronista.
A veces hay que pensar un poco más allá del universalismo.
Detallecito: cada vez que se entra a la página web se prende la MAK Radio de prepo, cosa que antes no pasaba. ¿No se podrá volver a silenciarla y el que la quiera escuchar la prenda?
Foto: «Kirk Alyn (8 de octubre de 1910 – 14 de marzo de 1999)(88 años) fue un actor estadounidense, más conocido por haber sido el primer actor en interpretar a Superman en la pantalla grande en la película de 1948 "Superman" y en su secuela "Atom Man vs. Superman" en 1950.»
"… y nosotros deberíamos aprender a valorar su gestión no en base a fotografías distorsionadas o sospechas eternas sino en función de los éxitos o fracasos de sus iniciativas políticas." -> Muchacho, HACEMOS EXACTAMENTE ESO. Sucede no estamos de acuerdo con las iniciativas políticas, nada mas.