Columna publicada en Nueva Ciudad.
Como cada vez que el gobierno tiene dificultades, se volvió a reflotar la denuncia de Nisman contra CFK, aunque esta vez con éxito: la Cámara de Casación ordenó la reapertura de la causa, apartó al juez Rafecas y, por las dudas, también a la Cámara que desestimó la denuncia. Al parecer, se apartarán a los jueces que hagan falta para llegar a la verdad que ya conocen. Según la denuncia, CFK intentó encubrir el atentado de la AMIA veinte años después de ocurrido, con la anuencia del Congreso y a través de un memorando con Irán que nunca entró en vigencia y el levantamiento de las alertas rojas de Interpol que pesaban sobre los acusados iraníes, que la Argentina nunca pidió. “Una cuestión de fe, no de pruebas”, como escribió Jorge Urien Berri en La Nación.
En todo caso, ya tienen a la culpable: sólo falta el juez idóneo.
En esta semana nos enteramos que, además del exceso de empleados, aires acondicionados e investigadores, padecemos un exceso de cargas patronales. El flamante ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, visitó al ministro de Desempleo, Jorge Triaca, para proponerle una idea novedosa: reducir dichas cargas para combatir la informalidad laboral. ”Los impuestos al trabajo son ridículos y fomentan la informalidad” afirmó Dujovne. Es raro que Alemania, por ejemplo, que históricamente ha tenido cargas patronales altas tenga hoy una de las tasas de desempleo y empleo en negro más bajas del mundo, mientras que la Argentina de los ´90 terminó con 18% de desempleo y casi 50% de empleo en negro, siguiendo el mismo diagnóstico y las mismas políticas que propone nuestro nuevo ministro televisivo. Tal vez en Alemania no tengan economistas serios como los nuestros.
Siguiendo el vergonzoso ejemplo de los manifestantes en Neuquén, los diputados en Jujuy y los vecinos en Flores y Pergamino, varios delegados gremiales dieron golpes de cabeza y estómago sobre los indefensos palos de la infantería de la Policía Federal, esta vez en los pasillos del ministerio de Educación.
Frente a los terribles incendios en la Pampa, Río Negro y el sur bonaerense, y las inundaciones en Santa Fe, se lanzó una campaña espontánea para descubrir el paradero del hasta no hace mucho locuaz Sergio Bergman, ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable. Por suerte, el conocido ministro rabino que había recomendado rezar para frenar los incendios decidió acortar sus vacaciones y fotografiarse entre algunos brigadistas del Servicio Nacional de Manejo del Fuego. El país respira, aliviado.
La semana pasada, los jóvenes idealistas de Franja Morada celebraron con ahínco el fallo de la justicia jujeña condenando a Milagro Sala, ya que “en esa provincia ahora está vigente el estado de derecho” . Por su lado, Macri afirmó que “hay muchísimos testigos del abuso de poder que le dio el kirchnerismo (a Milagro Sala) durante mucho tiempo” y Gerardo I, emperador del Sol Poniente, mariscal del Altiplano, protector de la Justicia, orgullo radical y azote de Dios, concluyó con un inapelable: “debe seguir presa porque es una gran corrupta y se la robó toda”. El presidente dice que hay gente que dice que Milagro Sala abusaba de su poder, el gobernador exige que siga presa por un delito por el que no fue juzgada y un juez la condena porque alguien dijo que ella le dijo que haga algo que finalmente no hizo. Así, luego de encarcelarla preventivamente por incitación al acampe, se la condenó por un escrache telepático: nadie puede negar que en Jujuy rija el estado de derecho. Sólo resta definir qué derecho.
Según Roberto Gargarella, el caso de Milagro Sala es “una oportunidad de ponernos a prueba”. Al parecer, los radicales, hasta no hace mucho severos defensores de las instituciones, han decidido dejar pasar esa oportunidad.
En todo caso, imaginemos qué hubiera pasado si un juez hubiera condenado a Buryaile o De Angeli a 3 años de prisión por incitación al escrache durante el lock-out patronal del 2008.
Pero no todas fueron malas noticias: la ineludible Paula Bertol, diputada del PRO, explicó que en el 2016 “no tuvimos ni una cadena nacional”. Tiene razón, hubo más pobreza, más desempleo y más deuda, pero terminamos con ese terrible flagelo, ¿cómo no entusiasmarnos?
Todo lo que quieran, pero ya no le tenemos miedo al censista.
delignon, un grande. qué compañero, mejor dicho cor-religion-ario!
Foto: en la original que se encuentra en http://i.amz.mshcdn.com/dOkr_33G0ApddLcYukIf2j66ews=/http%3A%2F%2Fa.amz.mshcdn.com%2Fwp-content%2Fuploads%2F2014%2F10%2FVets-800-7.jpg se puede ver al sargento cuartelmaestre Delignon, en su uniforme de Cazador Montado de la Guardia, en la que sirvió a Napoleón Bonaparte entre 1809 y 1815. La foto es de 1858.