Termina otra semana trepidante en la que no tuvimos lluvia de inversiones pero tampoco Pobreza Cero, es decir, una de cal y otra de arena. Además, como bien lo señaló Dante Sica, nos vamos “alejando de la crisis de 2018”. Es una noticia alentadora, aunque tal vez lo que el ministro de Producción nos esté anunciando es que vamos hacia la crisis del 2019.
Por su lado, tal vez para matizar el optimismo de su funcionario, Mauricio Macri explicó en reunión de gabinete que “hay que acostumbrarse a convivir con esta volatilidad del dólar”. Hace un tiempo el presidente había afirmado que el dólar no era un problema, pero es cierto que fue hace un montón, como dos años. En aquella época lejana también había afirmado que “este año la inflación va a bajar a la mitad, el año que viene va a volver a bajar y en 2019 tendremos una inflación de un dígito (…) Es un compromiso fundamental en esto de decir la verdad”. En realidad, ese año (2017) la inflación cerró 8 puntos por encima de las previsiones oficiales y este año ya tiene un piso proyectado del 45%, lejos de un dígito, a menos que el presidente maneje una aritmética mapuche-iraní.
En defensa del mejor equipo de los últimos 50 kalpas debemos reconocer que no es el único que se equivoca con ahínco en sus proyecciones. Sin ir más lejos, los economistas serios y consultoras serias ídem pronosticaban hace apenas 3 meses que la inflación de este año sería del 29% (un número incluso menor al que sostenía el FMI). Hace unos días corrigieron esa cifra hacia arriba (como ocurre cada año con precisión de metrónomo, al menos desde que gobierna Macri ya que con CFK el error era hacia el lado opuesto.). En efecto, ahora esperan una inflación de 45%, apenas 16 puntos por arriba de lo anunciado hace 3 meses. Desde que volvimos al mundo y coso nuestra realidad es trepidante.
Pese a todo, esos fracasos obstinados en las proyecciones no han atenuado la soberbia de los jóvenes funcionarios de Cambiemos ni tampoco matizado las certezas de nuestros economistas serios. Lucas Llach, ex vicepresidente del Banco Central que brilló junto a Sturzenegger y actual vicepresidente del Banco Nación, afirmó que esta crisis no es como la del 2001 o la de 1989, un comentario que nos tranquiliza mucho aunque menos que el del economista serio Bernardo Kosakoff, quién opinó que “la crisis es muy profunda, pero el Gobierno logró evitar el apocalipsis, porque esto podría haber sido mucho peor”. Cuando Cambiemos estaba en campaña, sus líderes afirmaban que podíamos vivir mejor mientras que hoy debemos agradecer que lo que padecemos no es técnicamente un apocalipsis ni tampoco la peor crisis de nuestra historia. Es cierto que en el medio pasaron cosas: empezaron a gobernar.
Para Kosakoff, el gobierno logró ciertos avances en las variables macroeconómicas aunque reconoce una notable caída en el bienestar de la población. Mejorar supuestamente la macro y empeorar la calidad de vida de las mayorías es una de las más sólidas tradiciones de nuestros gobiernos serios. El ex economista de la CEPAL lamentó en la misma entrevista “el deterioro del aparato educativo y la instituciones”, a la vez que denunció el gasto público a su entender demasiado elevado. Como todos sabemos, el aparato educativo mejora con menos inversión. Se trata nuevamente del famoso Plan Burundi: lograr el desarrollo y la equidad de Francia con el gasto público, la presión fiscal y los sueldos de Burundi. Con ajuste y timbreos, se puede.
En todo caso, no deja de asombrarnos que la crisis sea analizada como un fenómeno meteorológico ajeno a las decisiones de política económica. Se trataría de una especie de lluvia de meteoritos sobre la que el gobierno no tiene responsabilidad alguna, no como durante la larga noche kirchnerista, cuando CFK era responsable de todo, aún de lo que ocurría en el mundo o en el último municipio de la Argentina.
Esta semana, CFK presentó su libro “Sinceramente”, causando un revuelo inesperado teniendo en cuenta que se trata de una líder acabada de un movimiento que no vuelve más. Además, en medio de una época que descree de la lectura de algo más largo que un tuit y valora la comunicación política simple, ya fueron agotadas tres tiradas de un libro de 600 páginas y Sudamericana prepara una cuarta, de 60.000 ejemplares. Varios de nuestros periodistas serios se vieron en la penosa obligación de tener que leer un libro y llegaron a la previsible conclusión de que no estaba a la altura de lo que ellos esperaban; altura que, por otro lado, no debería ser muy elevada teniendo en cuenta lo ellos mismos repiten sobre CFK desde hace varios años. Aunque, como lo sabe cualquiera que haya visitado la Fundación Alfredo Casero, el antikirchnerismo psiquiátrico está más enemistado con el discurso lógico que con la ex presidenta.
La más asombrosa de las críticas señala que se trataría de un libro “liviano”, casi “de chimentos”; un análisis que no deja de asombrarnos viniendo de quienes suelen denunciar en CFK justamente lo contrario: un exceso de intensidad. Ocurre que el kirchnerismo es tan liviano como intenso y tan superficial como denso. El kirchnerismo es El Aleph.
Todo lo que quieran pero ya no le tenemos miedo al censista..
Imagen: En el Instituto Patria, futuros oficiales de La Cámpora son obligados a leer “Sinceramente” (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED)
Soy Guillermo, Peronista de nacimiento devenido en Kirchnerista. me encanta leer a Rinco, y estoy pendiente de la MAK. buen relato de la realidad ,desgraciada apropósito para devaluar los salarios. Es un método poco ortodoxo pero efectivo.
Si quieren tengo un relato de porque digo que naci peronista,es propio y puede ensalzar la visión de quien lo lea,es corto y cercillo . Me mandan un correo y se los
Tal cual. Y le exigían autocrítica a CFK, pero cuando la hace como en el libro (sobre Moyano, su no candidatura a diputada en 2015 y sobre todo su oposición a legalizar el aborto) no le creen. Diga que el concepto de «,gataflorismo» quedó machirulo, porque si no vendría perfecto.
PS: Queremos podcast de la MAK! No a la discriminación contra otros husos horarios!