El 23 de enero de 1945, el entonces secretario de Trabajo y Previsión Juan D. Perón estableció el derecho de los trabajadores de todos los sectores a gozar de vacaciones pagas. Frente a la mirada horrorizada de los veraneantes habituales, los obreros y empleados pudieron empezar a gozar de las sombrillas, las ojotas y los sandwichs de milanesa en la playa. Ese extraño derecho a recibir una paga por no hacer nada fue luego consagrado en la Constitución de 1949 y logró sobrevivir a su derogación por el gobierno militar de Aramburu, a través de la reforma constitucional de 1957 y la incorporación del artículo 14 bis.
Sesenta años después, los gobiernos de Néstor Kirchner y CFK lanzaron las moratorias previsionales destinadas a aquellos jubilados que no contaran con los años de aportes suficientes para recibir un haber. El primer Plan de Inclusión Jubilatoria del 2005 logró incorporar a casi 3 millones de personas que no sólo empezaron a cobrar la jubilación mínima sino que pudieron acceder al PAMI. La Ley de Moratoria Previsional promulgada por CFK en el 2014 incorporó a medio millón más de beneficiarios. Una de las grandes virtudes de las moratorias fue que más del 70% de los beneficiarios fueron en realidad beneficiarias.
En 2009 entró en vigor la Asignación Universal por Hijo (AUH), una asignación familiar para personas desocupadas, subocupadas o trabajadores informales. Este plan así como la Ley de Moratoria Previsional fue posible a partir de la eliminación de la estafa legal de las AFJP propuesta por el entonces titular de la ANSES Amado Boudou y la creación del Fondo de Garantía de Sustentabilidad que Cambiemos no logró evaporar pese a haberlo intentado con ahínco.
Hace un par de años que parecen siglos, el entonces ministro de Educación Esteban Bullrich explicó que los trabajadores debían “ser capaces de vivir en la incertidumbre y gozarla”. Retomaba así una letanía reaccionaria que nos explica que el trabajo como lo conocimos dejó de existir. Del empleado que empezaba a trabajar en Terrabusi a los 20 años y 45 años después se jubilaba pasamos al paradigma Rapi, es decir, el trabajador precario disfrazado de “emprendedor”. La crisis generada por el coronavirus no atenuó esos delirios por más que asistamos a una revalorización del Estado en todo el mundo. Para el pensamiento reaccionario, la salida de esta nueva crisis vendrá con la anulación de la Asamblea del Año XIII. El yanaconazgo como nuevo modelo de “emprendedor”.
Pero si el trabajo dejó de ser como hasta hace unas décadas, la forma más eficaz de repartir la riqueza de un país, tal vez sea momento de imaginar otra. La Renta Básica Universal, es decir, un ingreso incondicional, universal, individual y suficiente para garantizar una existencia digna y la participación en la sociedad. Sería la continuidad lógica de la ampliación de derechos del peronismo, en particular de las moratorias previsionales y la AUH.
En las discusiones políticas solemos escuchar que tal tema “no está en la agenda de la gente”. Por lo general se trata de una forma elegante de no ahondar en un tema que nuestro interlocutor considera demasiado ríspido o excesivamente fantasioso y llama a su rescate a “la gente”, concepto vaporoso que refiere a la clase media. Si tal tema no está en la agenda de la clase media, lanzarlo conlleva el riesgo de fastidiar a ese sector social, lo que nunca es bueno. Lo mejor, al parecer, es esperar que en algún momento ese tema sí llegue a la agenda tan esperada y sea pertinente relanzarlo. Una especie de “hoy no fío, mañana sí” pero referido a la ampliación de derechos.
¿La Renta Básica Universal no forma de la “agenda de la gente”? No lo sé, ¿las vacaciones pagas formaban parte de esa supuesta agenda en 1945? Por la dificultad para implementarlas- los sindicatos tuvieron que presionar a los beneficiarios para que se animaran a gozar de ese nuevo derecho- podemos imaginar que no. ¿Incorporar a 3 millones y medio de jubilados sin aportes formaba parte de la “agenda de la gente”? En este caso podemos afirmar con certeza que no. La AUH contaba con el apoyo de algunos sectores políticos pero tampoco era un reclamo de la clase media. Sin embargo, hoy tanto las vacaciones pagas, como las moratorias previsionales o la AUH forman parte del sentido común ciudadano. Ni siquiera Cambiemos logró terminar con esos derechos, al menos no por completo.
El Estado en todos esos casos actuó como generador de sentido común, no esperó que “estuvieran dadas las condiciones”, es decir, que los medios determinaran esas condiciones. Así como la crisis es un momento prolífico para las letanías reaccionarias y las ideas zombie, también debería serlo para las ideas que, al contrario, apuestan por continuar ampliando derechos.
Imagen: Miles de ciudadanos disfrutan de un derecho fuera de “la agenda de la gente” (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)