Diez días después de las elecciones, el Vigía de Occidente y Gendarme del Mundo todavía no reconoció su derrota electoral frente a su rival demócrata. En cualquier otro país al sur del Río Grande el dilema ya se hubiera solucionado con la acción inmediata de Don Luis Almagro, titular de la OEA y uno de los felpudos más notables del Departamento de Estado, pero éste es un caso excepcional: la ausencia de embajada norteamericana en Washington impide cualquier maniobra de los organismos internacionales en defensa de la democracia y coso.
En estos días, el ministro Martín Guzmán anunció que por ahora no habrá un cuarto IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), es decir que en plena pandemia de Covid-19 y luego de cuatro años de pandemia de Cambiemos, quienes menos tienen llegarán a las Fiestas sin esa protección elemental. El anuncio generó críticas, incluso entre aquellos opositores que habían denunciado como desmedido el gasto que permitió pagar los IFE anteriores. Otro maravilloso ejemplo de Indignación Capicúa.
Tal vez como compensación a aquella decisión, el gobierno anunció el envío al Congreso del proyecto de contribución extraordinaria a los grandes patrimonios, que nuestros medios serios calificaron de polémico. En efecto, para nuestros periodistas serios y economistas ídem es polémico que en medio de una pandemia el Estado busque recursos extraordinarios entre el 0,02% de mayores fortunas, unas 9.000 personas entre 45 millones, que en su mayoría tomaron la precaución de nacer ricas y que se enriquecieron aún más durante los 4 años de gobierno de Macri, mientras las mayorías se empobrecían. No fue polémico, en cambio, haber reducido los sueldos y jubilaciones de esas mayorías, sin pandemia de por medio, sino “duro pero necesario”. En Argentina ser rico es un derecho divino y ser pobre, una obligación moral.
Sin esperar a que el proyecto de ley llegara al recinto, los diputados de Juntos por el Cambio, en dulce montón, anunciaron que votarían en contra. Es decir que luego de haber sido votados por el 40% del electorado defienden los intereses del 0,02% de los votantes. Un maravilloso ejemplo de democracia calificada.
Por su lado, los dos diputados del Frente de Izquierda (FIT) anunciaron que se abstendrían de votar el proyecto del oficialismo ya que proponen uno mucho mejor al que sólo le faltarán los votos. Además, según el humorista trotkista Gabriel Solano, el impuesto a los grandes patrimonios “es una maniobra del gobierno para disimular el ajuste pactado con el FMI”.
Recordamos con cierta nostalgia cuando en agosto del 2003 el diputado Luis Zamora, de Autodeterminación y Libertad, se abstuvo de votar la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final por considerar que era una “maniobra” del Ejecutivo para otorgar impunidad a los acusados de terrorismo de Estado, mientras el diputado de Fuerza Republicana Ricardo Bussi- hijo del ex general Antonio Domingo Bussi, condenado por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura- votó en contra del proyecto denunciando que se trataba de “artilugio” para “meter presos a los militares”.
La derecha rechaza un impuesto a los más ricos por ser abusivo mientras la izquierda Boutique se abstiene por considerarlo insuficiente. Enhorabuena, volvió a gobernar el peronismo.
Por último, el oficialismo anunció el envío al Congreso del proyecto de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. En la Argentina el aborto es legal, en ciertas circunstancias, desde hace casi 100 años por lo que no se trata de una discusión de absolutos entre el Bien y el Mal sino de ampliar esas circunstancias para garantizar el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo y evitar muertes por intervenciones clandestinas, las que penalizan mucho más a aquellas que no tomaron la precaución de nacer de clase media o alta.
Pero el nuestro es un país peculiar en el que incluso algunos que se auto-perciben liberales rechazan la legalización del aborto, como el humorista televisivo Javier Milei, quien lo denuncia como un “homicidio calificado por el vínculo”. En realidad, todo liberal debería apoyar su legalización desde la defensa del derecho individual a decidir o incluso como “un derecho moral” de las mujeres, según lo que escribió Ayn Rand, referente del liberalismo más extremo.
Ya sea desde la derecha o la izquierda, el aborto legal, seguro y gratuito es, al fin y al cabo, una cuestión de equidad, de libertad y de salud pública. Que sea ley.
Publicado en El Destape