Columna publicada en Nuestras Voces
La función de los periodistas serios no es entrevistar a los opositores, en este caso la Mentalista Carrió, sino acompañar su discurso aparentemente desquiciado para darle verosimilitud y amplificar la indignación buscada. Lo que nos debería azorar es su objetivo de operar en contra de un plan de vacunación en plena pandemia. Ya no se trata de desgastar la legitimidad de un gobierno sino de atentar contra la salud pública e incluso la vida de los ciudadanos.
En una entrevista asombrosa, aún para el estándar generoso al que nos tiene acostumbrados, la Mentalista Carrió denunció en TN frente a Carolina Amoroso y Nicolás Wiñazki “lo que está pasando con el reparto de la vacuna por La Cámpora (…) es un escándalo sanitario” y advirtió que “no se va a vacunar y menos con La Cámpora” ya que “no quiero ser como el ruso que terminó envenenado”, en referencia probable a Alexei Navalny, líder opositor ruso envenenado con un agente químico. “Si alguien tiene una reacción por la vacuna que le está poniendo un militante de La Cámpora, ¿Dónde va?, ¿A quién le reclama?” concluyó la diputada de Ganímedes.
Cada vez que la entrevistada olvidaba algún ingrediente en su ensalada rusa conceptual – Venezuela, Putin, Cuba, Irán o La Cámpora– Carolina Amoroso tenía la amabilidad de recordárselo para que pudiera agregarlo.
Unos días antes, la diputada había denunciado en una entrevista con Hugo Macchiavelli en La Nación+ que “con la vacuna Sputnik V hay una geopolítica extremadamente peligrosa de Cristina Kirchner, que en realidad está aliada con Rusia porque Rusia está penetrando en América Latina y aunque se rían algunos, está penetrando vía Cuba, Venezuela y ahora está entrando en la Argentina. Esto es la vacuna”. Viendo que la diputada había olvidado mencionar el eje iraní y el peligro chino, Macchiavelli fue a su rescate, como Amoroso en TN: “Es decir, ¿es la base china, el avance de Rusia y la alianza incluso con Irán?”, lo que permitió que su interlocutora concluyera que se trata efectivamente de una “alianza geopolítica mundial”, una especie de KAOS, la organización internacional del crimen que combatía sin mucho éxito Maxwell Smart, el entrañable Superagente 86 .
Frente a Luis Majul, en el mismo programa de La Nación+, la diputada que se beneficia de una línea directa con la Desatanudos relacionó la vacuna a “un tema de inteligencia, de Putin, de dictaduras, y de dictadura K también porque está todo escondido” antes de anunciar que al día siguiente presentaría una demanda penal contra el presidente Alberto Fernández y el ministro Ginés González García por “poner en riesgo a millones de argentinos vulnerables.”
Por supuesto, ni Carolina Amoroso, ni Nicolás Wiñazki, ni Hugo Macchiavelli, ni tampoco Luis Majul, todos periodistas serios con trayectorias notables, buscaron ahondar en las graves acusaciones de la Mentalista, desde la vacuna que envenena hasta La Cámpora que vacuna, pasando por la dictadura K, el eje del mal ruso-iraní o chino-cubano y las intenciones homicidas a gran escala de Alberto Fernández.
En realidad, la función de los periodistas serios no es entrevistar a los opositores, en este caso la Mentalista Carrió, sino acompañar su discurso aparentemente desquiciado para darle verosimilitud y amplificar la indignación buscada. Como los apuntadores en los teatros o los teleprompters en las conferencias, sirven también para hacer recordar el texto al supuesto entrevistado o subrayar alguna indignación más eficaz que el resto.
Como escribimos en esta misma columna, “el objetivo de este tipo de ejercicio, entrevistas o supuestos debates televisivos, no es debatir políticas o analizar sus consecuencias sino repasar letanías y consolidar prejuicios” . Es el famoso Tai chi de los medios, una danza invisible entre entrevistador y entrevistado en pos de un objetivo común, indignar al indignado. El cambio mayor, lo que nos debería azorar, no es esa danza tantas veces repetida sino su objetivo actual de operar en contra de un plan de vacunación en plena pandemia. Ya no se trata de desgastar la legitimidad de un gobierno sino de atentar contra la salud pública e incluso la vida de los ciudadanos.
Sin que nos diéramos cuenta, entre risas y denuncias imaginarias, nuestros periodistas serios mutaron en partícipes necesarios.