El jueves pasado, CFK disertó durante la presentación de la Escuela Justicialista Néstor Kirchner en el Teatro Argentino de la Plata. Rivalizando con el poder de oratoria del ex presidente Mauricio Macri, quien ha conseguido más de una vez leer una carilla sin errores, la ex presidenta habló durante más de una hora sin el soporte de texto alguno.
Pese a la recomendación de la disertante, muchos militantes se hicieron los rulos para escuchar el anuncio más esperado que, nuevamente, no llegó. CFK reflexionó sobre la economía bimonetaria, el acuerdo con el FMI, la Argentina circular, las nuevas fuentes de riqueza como vaca Muerta y el litio y, sobre todo, sobre la necesidad de definir un acuerdo programático. Según esa visión, ya no alcanzaría con la terrible “unidad hasta que duela”, el hit del 2019, sino que sería necesario definir la razón de ser de esa unidad.
Es en esa insistencia del acuerdo previo que reside tal vez el mensaje subliminal de la vicepresidenta. En efecto, si algo ha demostrado el gobierno del Frente de Todos es que la lapicera no se comparte. Como Fernando de la Rúa hizo con el Chacho Álvarez apenas asumió la presidencia, Alberto Fernández relegó a su socia mayor a un rol consultivo. En su caso fue una decisión aún más asombrosa ya que, a diferencia del presidente radical, él no disponía de poder electoral propio y, a diferencia de Néstor Kirchner, tampoco logró conseguirlo a través de la gestión; lo que lo impulsó hace unos días a desistir de presentarse a una probable derrota electoral.
¿Si CFK no logró que su socio menor tomara en cuenta sus críticas a la gestión de gobierno por qué lo lograría en un segundo período? ¿Acaso un acuerdo programático limitaría la discrecionalidad de quien reciba la lapicera y sueñe con pasar a la historia transitando su propio camino, como ocurrió con Kirchner frente a quien lo designó como delfín? Cuesta creer que una líder política con tanta experiencia otorgue a un simple acuerdo entre partes el poder que no tuvo su propia legitimidad electoral. Es por eso que el mensaje que parece subyacer es el de su candidatura, como instrumento necesario para apuntalar el acuerdo programático.
En todo caso, lo sabremos el 25 de mayo, durante el acto convocado por el kirchnerismo para conmemorar los 20 años de la asunción de Néstor Kirchner.
Durante otro acto, el que conmemoró el Día del arma de Caballería, el general retirado Rodrigo Soloaga reivindicó a sus camaradas encarcelados por delitos de lesa humanidad y los elogió por soportar con “estoicismo” sus condenas. El ministro de Defensa Jorge Taiana ordenó la remoción inmediata de Soloaga del cargo de presidente de la Comisión de retirados de Caballería, por apología del terrorismo de Estado. Esa decisión elemental, coherente con la tradición que remonta al juicio a las Juntas de 1985, generó una furia coral entre algunos opositores de Juntos por el Cambio, incluyendo a radicales que se vanaglorian de aquel juicio. Para Ricardo López Murphy el Breve, por ejemplo, reivindicar a militares presos por delitos de lesa humanidad no merece sanción alguna e incluso sería una decisión “valiente”. Por su lado, José Luis Espert, compañero de ruta del macrismo, se solidarizó con el general solidario de los terroristas de Estado y denunció “la Kaza de brujas”.
Son liberales de Harguindeguy.
En estos días volvió María Eugenia Vidal a las jaulas de La Nación +, donde propuso “bajar todas las candidaturas de Juntos por el Cambio”, lo que dejó azorados a todos, empezando por los candidatos de Juntos por el Cambio. ¿Bajarlas hasta cuándo? ¿Hasta que el Espíritu Santo decida quién las puede volver a subir? ¿Hasta que Cuidate Changuita remonte en las encuestas?
En todo caso, como nada nimio le es ajeno, la actual candidata a algo propuso “una nueva cultura del poder” que consistiría en dejar sin pensión de ex presidenta a CFK.
¿La ex Gobernadora Coraje, orgullosamente bonaerense devenida en velozmente porteña, sentirá asco de Macri y Michetti porque reciben una pensión como ex presidente y ex vicepresidenta? ¿La calculará también en jubilaciones mínimas?
Una duda trepidante.
En la comisión de Juicio Político a la Corte Suprema, el ex administrador de dicho organismo, Héctor Marchi, denunció desmanejos en la Obra Social del Poder Judicial (OSPJN) por “miles de millones de pesos perdidos y regalados a los bancos”. La denuncia involucra al presidente autodesignado de la Corte, Horacio Rosatti, y a su vocero, Silvio Robles, el muchacho que solía chatear con Marcelo D’Alessandro el ex secretario de Seguridad porteño y viajero frecuente a Lago Escondido.
Distraídos, el Dr. Ricardo Gil Lavedra y mis amigos radicales de #LaCarlosNino estuvieron a punto de indignarse, pero por suerte los despabilaron a tiempo.
Fue solo un susto.
Imagen: Militantes kirchneristas persisten en hacerse los rulos (cortesía Fundación LED para el Desarrollo de la Fundación LED)