Quienes somos periódicamente desasnados por ingenieros, sabemos que eficiencia y eficacia no son sinónimos. La eficiencia se interesa por los recursos mientras que la eficacia sólo se preocupa por los resultados. Es por eso que el Estado tiene la obligación de ser eficaz pero puede darse el lujo de no ser eficiente (es decir, puede matar moscas a cañonazos pero no puede no matar moscas). El ejemplo que elbosnio, nuestro Maestro de Luz, el Sri Sri Ravi Shankar del kirchnerismo de Salón, suele repetir cada vez que alguien le pregunta su opinión (algo que gracias a Dios ocurre cada vez menos) es el de la vacunas. Si el Estado decide vacunar, por ejemplo, al 100% de una determinada población, su obligación es alinear los recursos para lograrlo. Si el responsable de llevar a cabo el plan de vacunación, digamos un cráneo de Harvard (con perdón del amigo Barban), informara al ministro responsable que gracias a la implementación de un sistema sumamente eficiente vacunó al 75% de la población utilizando sólo un tercio de los recursos asignados, el ministro responsable debería echarlo a patadas. Sin embargo, por alguna extraña razón la derecha política suele focalizar en la eficiencia del Estado, logrando incluso que se transforme en una cualidad intrínseca al buen gobierno apoyada por casi todos (incluso tal vez por los padres de los 25% de chicos que quedaron afuera del plan eficiente de vacunación ideado por nuestro cráneo de Harvard, que recibiría el apoyo entusiasta de Mariano el Latinista o de Horacito Rodriguez Larreta, el hombre cuya extraña sonrisa le podría curar el hipo al Yeti). Pensaba en todo esto cuando el otro día vi el programa de 678 dedicado a Aerolíneas Argentinas. Axel Kicillof, subgerente general de la compañía, Mariano Recalde, gerente general y el Secretario de transporte Juan Plablo Schiavi, explicaban los entretelones del conflicto con los pilotos. Me fastidiaron las críticas hacia ventajas sociales nimias como la exigencia de comida caliente o el privilegio para los pilotos de ser transportados en remise desde sus casas. Son argumentos microscópicos que le deberíamos dejar a Monner Sans, experto en nimiedades o a Lopez Murphy y sus amigos conservadores. Pero me interesó Kicillof, cuando señaló que la empresa no es de los pilotos o de quienes la administran sino del pueblo argentino. Es una perogrullada pero conviene repetirla porque creo que ilumina la agenda que el gobierno debería empezar a estudiar. Recuerdo un excelente chiste de la revista soviética Krokodil en el que se veía a un empleado público (en rigor, todos lo eran) diciendo: ¨El Estado hace como que nos paga pero no importa porque nosotros hacemos como que trabajamos¨. Esa realidad soviética fue una constante en la vida del sector público argentino (maestros, profesores, investigadores, policías, empleados de empresas públicas…) pero en estos últimos años se ha ido mejorando de manera significativa (el General Susvín conoce bastante más que yo el tema). A lo que quiero llegar es que, asegurados o al menos mejorados los objetivos, es el momento en el que el gobierno debería discutir sobre los recursos. Algo de esto conversamos al hablar de la agenda 2011-2015 y sobre todo de la reforma educativa con la que soñamos. Esa que inevitablemente generará enfrentamientos con los sindicatos de trabajadores de la educación (tema que Mabel conoce mejor que yo) que muchas veces consideran que ¨son¨ la educación o al menos que son quienes deberían fijar los objetivos de la educación y los métodos para lograrlos, como los pilotos de Aerolíneas creen que son los más capacitados para administrarla ya que en el fondo ¨son¨ la empresa. Controlar, capacitar, fijar objetivos, implementar incentivos, son tareas que el gobierno puede empezar a llevar a cabo justamente porque tuvo éxito en el dial grueso, en las decisiones acertadas que nos permitieron salir del incendio.
Es una discusión que no quisiera dejarle a Manuel Solanet, Daniel Artana o Lopez Murphy, esos obcecados enemigos del Estado disfrazados de liberales.
PD: Sin ninguna relación con el post, quería aclarar que banco mucho al compañero D´Elía.
Creo que una de las grandes victorias de las corporaciones que han parasitado al Estado desde hace años es la de hacerle creer a mucha gente que el Estado es parte del problema.
Así, incluso gente a quien el mercado nunca detectó, considera que ¨hay demasiado Estado¨ o que ¨el Estado debería aprender del sector privado¨ o demás vapores.
Con la tarifas que cobró Telefónica, Entel jamás hubiera dado pérdida. Al precio que Repsol se financió en el mercado español, YPF podría haber sido la compradora y no al revés. El costo operativo de la ANSES (y no hablo de sus inversiones) es diez veces menor a los 30% de comisión que se llevaban las AFJP por comprar las acciones de sus amigos.
Hay muchas secuelas, sin duda.
No sé si se trata tanto del deseo de no ser juzgados como la presencia de hábitos nocivos para el buen desenvolvimiento de las instituciones públicas muy arraigados: hay un menosprecio por lo público que está muy presente en muchos de quienes están dentro de esas instituciones e incluso las sabotean desde adentro.
Hay muchas falencias que corregir en el estado argentino y una de las razones es porque se lo ha hecho ineficiente e ineficaz a propósito para justificar su desmantelamiento. Aún quedan secuelas de eso.
¿Juzgar y no ser juzgados? sería atribuible solamente a dios. Creo que sí hay inicipientes esfuerzos en regular la actividad: reclamos por incompatibilidades, como limitaciones en la cantidad de horas permitidas. Para evadirlo, muchos docentes recurren a la justicia. O sea que, cuando las normas internas de la universidad son percibidas como amenaza para el sector, se hace intervenir un poder externo. Creo que no son minucias. Hay ciertas prácticas que obstruyen la eficacia de la institución y devirtúan su sentido. Hay una universidad para todos en una universidad de pocos.
Graciela
Creo que lo que ocurre con muchos docentes, ocurre también con muchos jueces y en menor medida con muchos gerentes o sindicalistas de empresas públicas.
Les genera fastidio e incluso alguna sorpresa que el pode político o la ciudadanía los pueda juzgar. Es comprensible, no conozco a nadie que quiera ser juzgado pero lo extraño es que el Estado comparta sus reticencias.
Hola. Con respecto a la universidad, la de Buenos Aires, por lo menos, estoy observando que muchos docentes suponen que tienen todos los derechos y cualquier exigencia hacia ellos es juzgada como una intromisión que ni siquiera merece discutirse. Se trata de personas acostumbradas a juzgar sin ser juzgadas. Sin embargo, como ya se dijo aquí, las condiciones de trabajo son premodernas, basadas en jerarquías rígidas. Como formalmente no hay nada (o hay muy poco) de qué agarrarse, los que están en los estratos más bajos también se someten a un sistema que los perjudica. Si en algún momento el sometimiento estuvo recostado sobre la admiración, en la actualidad, en muchísimos casos, sólo lo está sobre el miedo.
Siguiendo el conoocido paradigma Marmikok (http://mesadeautoayudak.blogspot.com/2010/12/la-olla-presion-k.html) el gobierno reacciona bajo presión y marca la cancha en el conflicto de Aerolíneas.
Así como el Indoamericano marcó el fin de la relativa autonomía de la federal (el ¨bozal de Aníbal¨) y de la acción clara del gobierno contra la ¨inseguridad¨ (no regalando el tema a la derecha, como pide el amigo Felipe) sería bueno que estos conflictos, pese a tener una importancia infinitamente menor, permitieran replantear esa también ¨relativa autonomía¨ que el gobierno les ha otorgado y que tuvo su razón de ser pero que hoy, a la luz de las fuertes mejoras en el sector público, se puede empezar a discutir.
Me quedo con estas frases :
"Es una discusión que no quisiera dejarle a Manuel Solanet, …"
"es hora que aceptemos .. Que el estado puede exigir"
Asi como No podemos regalar el tema seguridad a la derecha, tampoco le podemos regalar el tema de la eficiencia en la administración de los recursos públicos.
Hay que desnudar todo derrape corporativista de nuestros aliados.
El peronismo no puede volver a caer en el mismo error que en los 50 cuando por ceder en cierto momento de vacas flacas ante demandas de aumentos salariales desfinancio el desarrollo de la industria pesada.
CFK tiene que tener cortito a los aliados cuando estos se miran el ombligo.
En esto tenemos la suerte que la prensa nos va jugar a favor (buscando crear grietas) difundiendo mensajes fundamentales de CFK : el interés de las partes debe subordinarse al del conjunto.
Pero creo que el post tira sobre el tapete el tema del estado como empleador o como contratista. Despues de 8 años de mostrar como rompe desde su parte el pacto de "no te doy nada, no te exijo nada", es hora que aceptemos como cultura que el estado puede exigir.
No digo someter como un call center o como las grandes empresas logran seducir a muchos jovenes que sueñan con trabajar ahi a la par que torturan a los que ya lo hacen, pero si comenzar a subir la vara.
Tenemos que dejar de aceptar la cantinela del "por lo que pagan". Y tolerar que el estado exija, para poder entregar, ser eficaz.
Y coincido con Rinconete, la aparicion del estado exigente no pasa por quitarle derechos que suenen exagerados sino exigirle cumplir con sus obligaciones. En la educacion es donde mas lo percibo, no solo primaria sino universitaria. Probablemente ocurra en salud tambien. Decadas de maltrato genero una tolerancia a la no exigencia. Hay que revertirla para no entren mañana por ahi los pibes de la derecha eficiente.
La autonomia universitaria se enmarca en lo que discutimos en el post de El Fin Justifica Los Medios.
Cuando habia que sacarle la universidad a la iglesia, ese noble fin justificaba incluso una Autonomia Universitaria. Pero hoy (diria en los ultimos 30 años, porque aqui no es por que esten los K), que los representantes representan a la ciudadania, no hay razon para mantener este especie de bolsa de "gastos reservados" donde, a diferencia de la SIDE, sus dirigentes son elegidos por ellos mismos.
A menos que el objetivo de la Universidad fuese el de satisfacer las necesidades de los alumnos, en cuyo caso uno podria argumentar a favor que los alumnos elijan aquello que mejor los satisfaga. Si en cambio la Universidad fuese un interes de la comunidad (argumento fuerte para bancarla), la autonomia es un disparate.
Bueno, acá entramos en un punto interesante (¨muy interesante¨ diría Barone): el de la autonomía universitaria, que tal como existe hoy me parece una locura.
Que en 1918 se considerara un avance que la universidad se independizara de la Iglesia o de un Estado que recién empezaba a ser legítimo es razonable, pero que hoy se tome la endogamia financiada por todos como algo valioso es un poco insólito.
Lo mismo pasa con la justicia, que protegemos del horror de la política y de las elecciones entregándola a un Consejo de la Magistratura, cooptado por medievales corporaciones de abogados.
Hay mucho para conversar…
Sobre la orientación que debe tener la educación o Aerolíneas Argentinas, no se nada sobre pilotos pero en el ámbito educativo existe un atrincheramiento de parte de los docentes: no sólo ven al estado como una molestia cuando les pone pautas sino también a los padres y a los alumnos. En particular en la universidad gracias a ese esperpento llamado "autonomía universitaria".
Y sí creo que Rinconete ha dado en el clavo al plantear la cuestión de la eficiencia y la eficacia: porque lo que se discute realmente, sin decirlo, es si el objetivo es atender las áreas que están a cargo del estado con el menor costo posible sin importar cuanta gente se quede afuera o si se buscará que la mayor cantidad de gente posible tenga acceso a salud, vivienda, educación, trabajo,etc.Y si se tocaran los intereses que haya que tocar para financiarlo.
Hola Iris
Por lo microscópico me refería a un tipo de debate irrelevante que justamente elude el problema de fondo y alimenta el paradigma que mencionás (¨son unos vagos¨).
En ese sentido me parece que el mayor privilegio de los pilotos no es que los vayan a buscar en remise sino que crean que son quienes deben definir la razón de ser de la compañía y sobre todo que lo logren.
Pero es una discusión que se puede empezar una vez que los salarios y las condiciones de trabajo no son una burla (aunque estoy de acuerdo en que el Estado mantiene ¨zonas liberadas¨ con, por ejemplo, empleados en relación de dependencia disfrazados de autónomos).
Sobre los argumentos microscópicos, creo que es más complicado que eso: se trata de sectores que ha mantenido ciertos privilegios que son mal vistos socialmente (los padres perciben a los maestros como unos vagos que viven de licencia) pero cuya razón de ser suele estar en que los reciben a cambio de no tener sus derechos como trabajadores garantizados (estabilidad laboral, salario adecuado, jornadas de trabajo razonables, aportes jubilatorios en regla). Lo irónico es que llegan creer que son más importantes que esos derechos y prefieren mantener los primeros en vez de luchar por los segundos.
Amigo Ricardo
A partir del momento que acordamos que son nuestros gobernantes quienes determinan los objetivos de las empresas estatales o de la educación, compro cualquier variante de participación.
Mi preocupación pasa por un paradigma compartido tanto por los neoliberales como por una cierta izquierda químicamente pura de que el Estado es parte del problema y no de la solución (de ahí que focalizan en la corrupción estatal o en su falta de eficiencia).
Esa obstinación antiEstado hace que le otorguemos mayor legitimidad a un sindicato de maetros, a una ONG o a la asociación de pilotos que a nuestros representantes.
Un abrazo, siempre es un placer tenerlo por acá esperando el gran día en que lo tendremos en la cena.
r.
Está muy bien. Así como los pilotos no son -comillas- la empresa, los maestros no son la educación. Pero deberían participar en la (¿cómo llamarla?) modernización de los contenidos educativos. Los cambios siempre generan resistencias y la participación puede ser un gran aliado para conseguir consenso (esa palabra tan cobista) entre los que luego deban implementar el programa.