Termina una semana trepidante en la que el Gendarme del Mundo ha demostrado que le es más fácil pulverizar un país lejano, derrocar supuestos tiranos y nombrar títeres confiables en gobiernos ajenos que elegir a su propio presidente. Luego de varios días de recuento, Donald Trump acusó a la oposición de haber llevado a cabo un fraude masivo, una alucinación no demasiado novedosa ya que su amigo y antiguo socio inmobiliario Mauricio Macri la transitó el año pasado con similar éxito.
Luego de declararse vencedor el mismo día de las elecciones, Trump criticó a Joe Biden por haber hecho lo mismo una vez que se conocieron los resultados de Pensilvania que le dieron la victoria. “La elección está lejos de haber finalizado” aclaró el desarrollador inmobiliario especialista en quiebras, esperando que los tribunales le otorguen lo que las urnas le negaron.
Podemos imaginar qué pasaría con cualquier país de la región de esos que no suelen llevarse bien con la Casa Blanca si ocurrieran comicios tan bochornosos como los que enfrentaron a Trump con Biden. ¿Qué dirían nuestras almas de cristal, tan indignadas por el retraso de unas horas o algunas actas cuestionadas en las elecciones presidenciales de Bolivia del año pasado que justificaron un golpe de Estado si en un país poco serio como el nuestro las autoridades anunciaran centenares de miles de votos perdidos en el correo, eliminaran miles de electores de los padrones sin explicación alguna o toleraran que oficialistas se pasearan armados hasta los dientes frente a los lugares de votación para alejar a los votantes rivales? Nuestros medios serios ya estarían encadenados a la Embajada, clamando por un bombardeo masivo.
Por suerte para ellos y para don Luis Almagro, titular de la OEA y uno de los felpudos más notables del Departamento de Estado, todo ocurre en Estados Unidos. Sólo tienen que mirar para otro lado y hablarnos nuevamente de las calamidades de Venezuela, las acechanzas de Evo Morales o las intenciones autoritarias de Alberto Fernández.
Varios de nuestros economistas “liberales” apoyaron abiertamente a Trump y lamentaron su derrota. Carlos Rodríguez- ex titular de la UCEMA y ex funcionario de Carlos Menem- llegó a retomar la versión trastornada del fraude masivo de los demócratas. Puede parecer asombroso que quien dice reconocerse en la doctrina liberal se entusiasme con un político racista, homofóbico, proteccionista y partidario de resolver los reclamos sociales a los tiros como el ex presidente norteamericano, pero en la Argentina es algo común. En efecto, nuestros liberales son en realidad conservadores e incluso reaccionarios que se autoperciben liberales. Exigen un Estado mínimo que se ocupe sólo de lo esencial: proteger de las inclemencias del mercado a quienes financian sus fundaciones y consultoras.
Recordamos con nostalgia a los jóvenes soñadores del PRO, obamistas que paseaban en bicicleta por Williamsburg y vinieron a frenar la barbarie pero luego de apoyar el ajuste de jubilaciones, la cárcel sin condena de opositores y el balazo por la espalda como política de seguridad, terminaron en un espacio político que sueña con Trump y Bolsonaro y apoya al terraplanismo. La vida es impiadosa.
Con envidiable talento contorsionista, nuestros periodistas serios descubren paralelismos insospechados entre Trump- el candidato preferido de Juntos por el Cambio según una encuesta de Poliarquía- y CFK; con la misma convicción con la que nos señalaban la semana pasada las intenciones comunistas de la vicepresidenta. Tal vez Trump sea en realidad un militante de la Internacional Comunista y nadie lo haya detectado aún. Ocurre algo parecido con el presidente Alberto Fernández, quien hasta hace pocos días era un títere de su vicepresidenta y hoy planea traicionarla, según lo que explicó la ineludible Laura Di Marco. El títere traidor es un paradigma novedoso que se estudia en la Waldo Wolff School of Politics.
Alberto Fernández viajó a Bolivia para participar del acto de asunción del presidente Luis Arce. No nos informaron si se cruzará con Jeanine I, Emperatriz del Beni, Terror de los ateos, marquesa de Potosí, Defensora de las Santos Evangelios, Tigresa de los Llanos, Zarina de Cochabamba, Patrona de la Justicia, Hoguera de los agnósticos y ex Presidenta autoproclamada del Séptimo Día, ni tampoco si saludará a Luis Almagro, titular de la OEA y uno de los felpudos más notables del Departamento de Estado; pero lo que sí sabemos es quién quedó a cargo del Ejecutivo nacional durante su ausencia.
Hoy la Fundación Alfredo Casero para el tratamiento de las psiquis devastadas por el kirchnerismo corre el riesgo de colapsar bajo la demanda creciente.
Imagen: Un paciente de la Fundación Alfredo Casero enloquece por la presidencia interina de CFK (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)
Publicado en El Destape Web