Columna publicada en Nuestras Voces
En febrero del 2015, un mes después que el fiscal Alberto Nisman fuera encontrado muerto en su departamento, Eduardo van der Kooy publicó en Clarín una noticia inquietante. Según el reconocido periodista, “en ámbitos de inteligencia, policiales y diplomáticos otra especulación parece tomar cuerpo. ¿Cuál sería? La de que un comando venezolano-iraní (con adiestramiento cubano) podría haberse cobrado la vida del fiscal.”
Van der Kooy no dejaba en claro si el comando había actuado por orden directa de Teherán y con ayuda logística de Caracas y La Habana, o si CFK había sido también parte del complot o incluso su instigadora. La “constante radicalización” de la entonces presidenta señalada con visible preocupación por el periodista nos daba sin embargo una posible pista. Nacía así el comando venezolano-iraní con adiestramiento cubano, una de las creaciones más asombrosas de nuestro periodismo serio, tan prolífico en asombros. Lamentablemente nunca supimos en qué idioma intercambiaban información los miembros de dicho comando, si era en farsi con acento centroamericano o en español con reminiscencias persas.
Hace unos días, en el mismo diario, el ineludible Miguel Wiñazki nos alertó sobre otra acechanza que no por imaginaria deja de ser escalofriante: La Feudocracia y el eje que va de Formosa a Venezuela. Siguiendo la línea geopolítica de aquel entrañable comando caribeño-persa con formación habanera, Wiñazki señala que “el eje Buenos Aires-Caracas es un esquema de feudalización kirchnerista-bolivariano fundado en insondables razones– todavía relativamente insondables– pero sin dudas vinculados a una sociedad geopolítica y comercial ¿narco comercial? Con incidencia iraní y rusa (…)”. El cronista denuncia también la posible existencia de “dineros mal habidos que fueron usurpados aquí y allá por las elites gobernantes.”
Las razones son insondables y la sociedad comercial es presunta al igual que los dineros mal habidos de los que nada sabemos, pero esa ausencia de datos concretos no disminuye la indignación del cronista; al contrario, la potencia. Al fin y al cabo, como lo sabe cualquier lector atento de novelas de terror, el miedo surge de lo que intuimos.
En todo caso, feudocracia parece ser una nueva palabra clave ya que Jorge Fernández Díaz, otro periodista apocalíptico, afirmó que CFK “busca imponer la feudocracia en todo el país”. Con una elasticidad conceptual envidiable, explicó que “el kirchnerismo es un encuentro entre la derecha feudal y el discurso setentista.”
Con palabras clave como Venezuela, Irán, Cuba, Maduro, Formosa, La Cámpora, narcotráfico o feudalización; Van der Kooy, Wiñazki, Fernández Díaz y muchos otros colegas se lanzan en una cruzada incansable contra todas las tiranías, empezando por la del discurso lógico.
El estilo farragoso, mezcla de gacetilla del Departamento de Estado y opúsculo conspirativo, parece haber sido realizado con ayuda de la máquina que Lemuel Gulliver conoció en la isla flotante de Laputa, la que permitía que hasta “el más ignorante” pudiera escribir sin esfuerzo. Son columnas que no buscan explicar la coyuntura política, lo cual no deja de ser asombroso teniendo en cuenta que fueron escritas por periodistas dedicados justamente a esa tarea, aunque tampoco pretenden convencer.
Su objetivo es más urgente: proveer cada semana una nueva calamidad que justifique la indignación crónica de sus lectores utilizando un número limitado de palabras clave.