Notas

MAKanalogia: La Inquisición Siglo XXI. La moral y la grieta.

By 17 septiembre, 2018

Imaginemos una Argentina en la que a algunos intereses económicos les conviniera debilitar nuestra valoración de los distintos profesionales de la salud. Un motivo hipotético podría ser que las prepagas buscasen reemplazar a los médicos por el GoogleDoctor o la OSDE.App, virtuosos softwares que, según sus patrocinadores, lograrían diagnosticar con mayor precisión que los mejores médicos. Y que, por cierto, costarían mucho menos, ya que no se agremiarían para pelear por sus honorarios ni exigirían mejores prácticas para el paciente.

En esa Argentina vemos aparecer como por arte de magia la denuncia del “Ana Ana”, esa corrupción por la que un médico recibe un beneficio personal no declarado por la derivación de pacientes a terceros o por la prescripción de ciertos medicamentos.

La práctica del Ana Ana es extendida y habitual pero se ha mantenido invisible, como otras muchas prácticas reprochables, por la inexistencia de intereses económicos suficientes como para costear campañas de instalación de preocupaciones. La invisibilidad pública de una práctica reprochable no siempre es el reflejo de su escasa importancia sino que muchas veces resulta de la ausencia de financistas, como nos explicó Darín en Nueve reinas”.

Se instala el tema del Ana Ana entre las grandes calamidades nacionales. No faltan argumentos para un gesto adusto de Alfredo Leuco, un análisis profundo de Nelson Castro, una campaña Fuck You de Lanata o una tilinguería de preocupación de Mariana Fabiani.

Los periodistas, tan serios como bien pagos e independientes, nos explican que cobrar por derivar afecta la confianza de un país en lo más valioso que tiene: su salud. Tolerar el Ana Ana es invitar a quitarle vida a la gente por dinero. “El Ana Ana mata” comienzan a decir los zócalos y las remeras.

Mientras tanto los entrepreneurs nos hablan de las bondades de la OSDE.App, “el medico sin curro”.

Aparecen, por supuesto, los infaltables cálculos mágicos que partiendo de estimaciones inciertas llegan a conclusiones de alta precisión. Se estima que el flagelo del Ana Ana nos cuesta 2 PBIs por año, y eso explica porque no somos Australia o Bélgica.

Algunas ONG, entre cuyos miembros figuran discípulos de “Carlos Nino” sin ningún vínculo con las prepagas, advierten sobre el daño moral que genera el Ana Ana, estiman su costo en dinero y vidas, y nos explican como la tolerancia al Ana Ana nos llevó tanto a la dictadura como a la decadencia actual.

Finalmente, en las encuestas, el Ana Ana aparece compitiendo en importancia con temas como el empleo o el costo de vida. Las familias buscan ocultar que tienen algún pariente médico. O comentan “Mi Osvaldito es médico, pero de los honestos”.

El Ana Ana se vuelve la variable de medición de los médicos.
Tenés algún buen cardiocirujano?
Si. Tengo uno que no recibe Ana Ana”.
La preocupación por el Ana Ana desplaza el interés elemental por las cualidades profesionales de cada médico, el éxito de sus diagnósticos o el acierto de sus tratamientos.

En esta Argentina imaginaría, los médicos están tan desprestigiados que la población escucha gustosa alternativas como ser atendidos por la OSDE.App, que no roba. Y por supuesto desoye a los médicos que advierten sobre sus riesgos ya que, después de todo, los chorros siempre mienten para poder seguir robando.

Lo virtuoso de un sistema nacional de salud deja de medirse por las estadísticas habituales de mortalidad infantil, expectativa de vida o control de epidemias sino simplemente por el nuevo índice de estimación de afano que publicaría El Estetoscopio Honesto, una ONG de luminosos intereses y financiamiento oscuro.

Imaginemos ahora que en ese país imaginario, tan fervorosamente preocupado por el Ana Ana, apareciera un “John Edgar Hoover encabezando una cruzada contra ese flagelo, prometiendo la cárcel inmediata a cualquier sospechado de colaborar con aquel terrorismo de guardapolvo blanco y feroces estetoscopios mapuches. Un Hoover que no temiera forzar la interpretación del Código Penal con tal de terminar de una vez con ese crimen espantoso que nos detiene como nación.

A poco de iniciar la campaña, ya vemos caer el primer apresado. Los medios estallan, los obispos aplauden desde el púlpito, la Argentina percibe que por primera vez avanzamos contra este crimen espantoso que nos empantanó.
El encarcelado es un médico de renombre, a quien se acusa de haber aceptado Ana Ana de varios profesionales, que lo pagaron por temor. Para colmo de males, es un pediatra. Agrega a lo espantoso de su crimen, la infancia de sus víctimas.

Varias de sus víctimas declaran en TV. Aunque no lo recuerdan mucho, sufren todavía sus secuelas. Muchos de ellos tienen trabajos mal pagos o no lo tienen porque han sido reemplazados por OSDE.APP, lo que confirma que el Ana Ana si no mata, empobrece. Vecinos nos hablan de su malhumor, un diariero afirma no haber cobrado una revista El Gráfico hace pocas décadas. El monstruo de La Paternal titulan los zócalos, no sin algo de razón. Vive en la Paternal.

Como un detalle menor, alguien menciona que el médico es una de las voces más potentes de la causa de la legalización del aborto. Pero como una posición personal, incluso para quienes erróneamente la consideren virtuosa, no debe generar impunidad en La Argentina, los pañuelos verdes se ven en la obligación moral de aplaudir en público y quizás llorar en privado la pérdida de un general tan importante en su batalla.
Pero hay una guerra mucho mayor librándose, una guerra que acaba con todas nuestras grietas. La guerra contra el Ana Ana.

A los pocos días caen algunos profesionales más. Médicos y técnicos acusados por laboratoristas arrepentidos que confiesan ante nuestro Hoover apenas los amenaza con cerrar sus laboratorios. “Es sabido que los criminales del Ana Ana solo confiesan la verdad cuando ven amenazados sus negocios, que es lo único que les interesa” afirma Hoover frente a periodistas, todos especializados hoy en Ana Ana quienes, fascinados por la pesquisa, se olvidan de repreguntar.
La Argentina unida aplaude eufórica.

Pero, por una coincidencia sin duda, descubrimos que los detenidos son también activas voces defensoras de la legalización del aborto. Militantes de los pañuelos verdes.

La campaña de Hoover toma mayor intensidad y cosecha cada vez más apoyo entre los obispos del país y de la región, incluso el apoyo del ex Papa Ratzinger y de varios senadores que verían en él la personificación misma de la Justicia. “¿No deberíamos dejar en Hoover el poder judicial y el ministerio de Salud?” se preguntan muchos de sus entusiastas seguidores, con mesura.

Semana tras semana vemos caer bajo la espada purificadora de Hoover a algunas eminencias médicas hasta ayer intocables. Padecen cárcel preventiva con pruebas contundentes, cárcel preventiva con pruebas semi contundentes y otras con fuerte olor a prueba contundente. Aparecen perros que detectan trazos de Ana Ana con solo oler un estetoscopio. Algunos juristas nos explican que ante semejante flagelo, claramente una asociación ilícita internacional a juzgar por los congresos a los que asistían, no deberíamos sobreactuar la importancia de tecnicismos como el de las garantías individuales o del debido proceso.

Se descubre que alguno de los médicos ha realizado, además, abortos ilegales. Un asesino. Ante el grito de “La Ley es La Ley”, los defensores de la constitución buscan imponer severas penas, mayores que las que indica la constitución.
“Lucran con la vida, matan por dinero” afirman las hordas de ciudadanos, mientras arrojan civilizadores adoquines al frente de su casa.

Varios analistas, periodistas y senadores se preguntan si el Ana Ana no debería ser considerado un crimen de lesa humanidad y, como tal, ser imprescriptible. Varios juristas encuentran razones válidas para apoyar esa tesis.

Hay algarabía en los sets de televisión, que se contagia a las calles. Acaso un mundo sin médicos no nos llevará a un mundo sin enfermedades? Se pregunta un panelista de intratables, con un mentón característico de la gente que sabe.

Al cabo de pocas semanas contamos con medio centenar de profesionales encarcelados, todos pro legalización del aborto. Lejos de creer en una casualidad o sospechar de una persecución, desde el obispado de Buenos Aires sostienen que sin duda hay una causalidad: la fuerte correlación entre la infamia del Ana Ana y la defensa de la legalización del aborto parecería inocultable. El periodismo independiente acuerda, con puntos y comas.

En contraposición a los extremistas, se escucha algún extremista moderado sostener que “no se puede afirmar la identidad absoluta entre ambos crímenes, el asesino hipocrático y la posición pro legalización, porque algún pro vida podría verse tentado en algún momento de su existencia a compartir algún honorario menor, pero tampoco podemos negar lo evidente, los médicos pro derecho han mostrado una debilidad mayor hacia el Ana Ana. Quizás porqué buscan legalizarlo para poder cobrar retornos sobre esa práctica también”.

De encarcelar profesionales pro legalización del aborto, la cruzada de Hoover empieza a condenar incluso las opiniones al respecto. Señalar que el aborto clandestino es, en realidad, un enorme incentivo para el Ana Ana se percibe como una defensa del crimen organizado. Cualquier defensa de las voces a favor de la legalización del aborto se considera como una inaceptable apología de la impunidad.

La nueva cruzada contra el delito no tiene privilegiados. Caen don nadies y famosos, de todas las ciudades del país, hombres y mujeres y de cualquier edad. La Argentina es finalmente otra!
A excepción de quienes miren la realidad a través de un cristal verde, no hay orquestación, no hay privilegios, pareciera que cualquiera puede ser objeto de esta neo inquisición.

Imaginado este escenario, que dirían les chiques de los pañuelos verdes al ver como La Argentina de las sotanas y los pañuelos azules les van encarcelando a sus generales más virtuosos y asocian la causa de la legalización con una costumbre tan reprochable como generalizada?

Qué sentirían cuando sospechen que esta limpieza moral no busca construir una severa Singapur en el Cono Sur con ejecuciones sumarias por infracciones de tránsito sino que es una limpieza étnica de las ideas, otra razzia más de las que la Argentina ha conocido decenas, que busca dejar la profesión médica en manos de los anti derechos?

En este dilema estamos hoy los kirchneristas.
Retomando la analogía, nuestra respuesta es no aceptar hablar de Ana Ana cuando de todo lo que se trata es de mantener la prohibición del aborto. Hablemos de aborto, que de eso se trata.

Frente a la cruzada moral de los Hoover del antikirchnerismo nos negamos a hablar de denuncias, sospechas o condenas de corrupción, hablamos de la instalación de un proyecto económico antipopular. Porque de eso se trata.

Cuando la sociedad quiera hablar de Ana Ana, de infracciones de tránsito, de gastos sin ticket, etc.  los esperaremos los brazos abiertos. Pero con una justicia que no sea de OSDE, ni de la Iglesia.
De corrupción hablamos, pero con una justicia que investigue a todos, a corporaciones, a medios, a políticos de todos los partidos y de todas las jurisdicciones, con una proporcionalidad humana entre delito y condena, entre crimen y persecución.

Mientras simplemente buscan fusilar a los nuestros, mientras simplemente implementen una nueva razzia antipopular en la Argentina, estaremos delante defendiendo. Sin que el Ana Ana nos distraiga ni nos dé motivo para arrugar.

 

(*) En la foto vemos a su excelencia Monseñor Bonadio enfrentando un hereje con unos cuadernos escritos por un cochero que aseguró haber escuchado al mismisimo diablo y haber tomado nota de todo. Por si hiciera falta alguna prueba mas que se trataba del diablo, el cochero era analfabeto.