Pena de Incoherencia

Si en una de “aquellas” cenas usted comete el error de deslizar un comentario que pueda ser considerado como progresista, automáticamente se armará un jurado de la inquisición que lo pondrá a prueba para ver si usted es un verdadero y total progresista, un monje de clausura del progresismo, o un simple farsante de pacotilla, un provocador que solo quiere molestar a los honestos que aceptan las cosas como son, sin por eso desearlas.
Preguntas intimas, adivinanzas, teatralizaciones, todo sirve para investigar al hereje:

– ¿Entregás tus ahorros a la caridad?
– ¿Dedicás tus fines de semanas a los más necesitados?
– ¿Bebés exclusivamente vino de ferretería o malgastas recursos en algún lujo innecesario?
– ¿Hacés las compras en el mercado central?
– ¿Dedicás tus domingos a cruzar ancianas?
– ¿Rechazarías al plomero que viene a arreglar la inundación en tu baño un dia domingo si no acepta
darte factura?
– ¿Mandarías a tus hijos a un colegio privado?
– ¿Donás todos los meses a una ONG de rubios y lindos?

La lista es extensa y cambia según el grupo. Pero con una sola respuesta negativa en esta lista deberá reconocer que todas sus ideas son parte de una farsa, que en realidad es usted una farsa, sin sustancia, todo de la boca para afuera. Todos reirán, reiremos, aliviados por haber resistido una vez mas el embate contagioso de una idea progresista.

No es una actitud nueva. Hace décadas es lo que ocurría cuando alguien se decia comunista o que veía con buenos ojos algo que otro había imaginado que ocurría en alguna parte del bloque sovietico, aunque fuese un detalle menor. La jauría exigía inmediatamente un desprendimiento total a lo material, el sujeto debía, antes de sostener semejante idea, donar sus bienes a la caridad y vivir como un marginal por algunos años. Probablemente los suficientes como para poder descartar sus opiniones por provenientes de un marginal.

Fue uno de los grandes éxitos del macartismo. Quien quisiera gozar de una rica pizza con algo más que muzzarela o de un vino algo por encima del de la MAK, debía tener ideas reaccionarias, o al menos defenderlas como si fueran propias. Con semejante estímulo no es raro que estas hayan prosperado tanto. Por mucho menos el Gral Susvin y la Sra Bibiloni habrían renunciado al peronismo.

Esta desesperación jacobina por exigirle al otro una conducta fanáticamente monolítica con sus ideas sólo aparece ante la expresión de una idea de tinte progresista. Nunca veremos dispararse ante un comentario reaccionario el tribunal por “conducta inconsistente”.

Si un tipo comenta alguna cosa como “estos negros no quieren laburar” o “mi empleada no entiende qué vota” no le exigimos coherencia autoritaria con el resto de su vida. Nadie le preguntará:

– ¿Tu empleada es menor de edad e indocumentada?
– ¿Le pegas a tu mujer?
– ¿Desprecias a tu hijo en público?
– ¿Todos tus empleados están en negro?
– ¿Evadís todos tus impuestos?
– ¿Te mudaste a Salta para poder votar al diputado Olmedo?

Nadie le exige a alguien que acaba de hacer un comentario antisemita que vaya a quemar sinagogas. No lo acusarían de fiasco, de chanta, de pusilánime provocador por no llevar esta idea hasta todos los rincones de su vida y hasta la más ínfima de sus acciones. Sencillamente lo catalogarían de antisemita. Porque la expresión de una idea antisemita lo define, sin demandarle muchas pruebas más.

Tampoco este tribunal de la inquisición se forma ante un acción progresista, ante una persona de conducta progresista pero silenciosa. Sólo se forma cuando esa acción se expresa y se defiende como una idea virtuosa.

La presión por una vida coherente sólo se le exige al que esboza una idea progresista porque lo que se busca no es fomentar una vida fundamentalista, esa vida sin fisuras ni contradicciones, sino que se busca disuadir que cualquier boludo venga a romper la paz con la proclama de ideas molestas. El simple esbozo de esa idea nos molesta. El ideario es mas corrosivo que la actitud.

Probablemente porque, contra aquellos que sostienen el valor superior de predicar con el ejemplo, la más efectiva de las predicas es aquella que se logra con la expresión de las ideas y, si posible, a viva voz. Un gobierno despótico seguramente se verá mas amenazado por un señor, aún autoritario, que predique contra el autoritarismo con un megáfono que ante la acción “predicadora” de un pueblo entero de individuos dóciles y democráticos, que prediquen cada mañana con su ejemplo, silencioso y sin hacer alharaca. Por el contrario, si Bernardo Neustadt hubiese sido en la intimidad un gran defensor de la equidad y del poder del ciudadano de a pie frente a las corporaciones, no habría disminuido en nada el impulso que recibió de él todo el campo plutocrático en sus distintas etapas, con y sin sangre.

Algo parecido pasa con quien reconoce ser vegetariano o comer sólo comida bio. El grupo busca encontrarlo transgrediendo, comiendo algo que rompa la regla, alguna debilidad, un desliz. Una vez ocurrido, todos respiran aliviados “El tampoco logró sostener sus compromisos”, lo que mágicamente daría por tierra sus argumentaciones a favor de la comida sana.

(*) En la foto vemos al jefe de La Maga preguntándole si pagó la licencia del Photoshop que usa en su casa, segundos después de que ella sugiriera que quizás su obligación de pagarle los aportes no fuera exclusivamente una medida stalinista.